El crepúsculo canta
mientras su sombra se dilata
bajo amables gárgolas
que inmóviles observan
una breve y cerrada armonía.
Ladran perros solitarios
al corazón de la noche.
Almas de ilusión
recorren calles y esquinas
buscando sueños de fuego,
de una desconocida compañía.
Ecos de tacones
marcan acompasados
el destino incoloro
de unos besos despojados,
de unos tiernos abrazos,
que pertenecieron
a un ángel con mallas
de alas de plata,
largo pelo y brazos de guitarra.
Despierta el alba
despidiendo la noche.
Sueña despierto el dormido,
sobre mil caminos invisibles
de silencio oscuro,
despertando luces lejanas
en un azul matinal sonrosado.
De esta manera, la naturaleza dormida
se lava la cara y la claridad
me guía de vuelta a casa,
terminado con este mágico
paseo de contrastes.
De la belleza de la oscuridad
a la magnífica luz de la mañana.