jueves, 4 de agosto de 2011

AMANECE




Ella descansa tras un vendaval sin ruido
donde fulge el frio de una imperfección derramada,
para llegar a esa quietud perdida, donde agotada, alma mía
nosotros, ya no vivimos.
Ella camina sobre la memoria de una libélula que vibra
cansada, quebrando el agua clara del susurro llanto,
reconociendo que tras el silencio,
extraño lenguaje aberrante,
nosotros, ya no vivimos.
Quizás sea el calor de esta mañana
el que me hace corretear como un niño,
saltando tímido, entre recuerdos,
enhebrándo agujas de castigo,
bordando de dibujos sonoros,
que ríen y se esconden
sobre este feroz amanecer, de luz que no cae,
repitiendo como una canción de cuna,
que nosotros, ya no vivimos.